Una nueva economía del riesgo
Artículo publicado en La Tribune, por Alain Conrard, CEO de Prodware Group
Ya quisiera yo tener la respuesta a esta pregunta. Si la tuviera, sería millonaria o daría conferencias por medio mundo. Pues se trata de un problema global y estructural que afecta a empresas tecnológicas y de otros muchos sectores, y prácticamente en cualquier país. En todo caso, me voy a aventurar a dar unas cuantas ideas que pueden ayudar a identificar las causas de la brecha en el mercado laboral de tecnología y también algunas posibles soluciones.
Los datos son indiscutibles. La patronal DigitalES calcula que en estos momentos hay 120.000 puestos vacantes sólo en el sector informático español. Posiciones que no pueden ser cubiertas por la falta de candidatos. En Europa, esa brecha entre oferta y demanda afecta a millones de puestos. Se necesita una legión de especialistas en la nube, programadores, consultores de software de gestión, expertos en ciberseguridad o analítica de datos, entre otros.
En este momento, estamos asistiendo a una tormenta perfecta en la que se juntan tres borrascas. Por un lado, tenemos un mercado laboral cada vez más global y que permite a los profesionales españoles trabajar para compañías de cualquier parte del mundo, muchas veces desde su domicilio en Madrid, Barcelona, Alicante o Albacete. Según Comisiones Obreras, desde 2008 más de 100.000 informáticos han optado por este camino y han acabado trabajando para firmas con sede en Alemania, Reino Unido, Irlanda o Francia, donde las retribuciones doblan e incluso triplican las habituales en España.
Por otro lado, la inteligencia artificial va a cambiar el contenido de muchos trabajos y la forma de llevarlos a cabo. Y creará otros puestos para los que no hay suficientes profesionales. La incertidumbre es muy grande. De hecho, se va a multiplicar la necesidad de ingenieros que sepan interactuar con esos sistemas de inteligencia artificial y con sus algoritmos para obtener las mejores respuestas.
El tercer elemento de la tormenta perfecta en el mercado laboral tecnológico es la falta de vocación en los jóvenes. Las nuevas generaciones cada vez se sienten menos atraídas por un mercado tan demandante como el de la consultoría tecnológica, una profesión que se suele vincular a jornadas interminables y horarios imprevisibles.
Como resultado, la brecha entre oferta y demanda en el mercado laboral de tecnología juega en contra de todos. De los clientes, porque no pueden sacar adelante su proceso de digitalización y competir en igualdad de condiciones en los mercados internacionales. Y del país, porque no se puede permitir empresas poco competitivas y una baja productividad por empleado.
Hasta aquí, el escenario, es ciertamente complicado. Pero creo que hay maneras de atajar el problema. Algunas requieren el consenso de todos los agentes y un planteamiento a largo plazo. Otras se pueden implementar mañana.
A nivel macroeconómico y de políticas de país, conviene, por ejemplo, seguir apostando por la Formación Profesional como el gran vivero donde muchas empresas encuentren a sus futuros empleados. Ha costado décadas entenderlo, pero parece que la FP por fin sale de la marginación y empieza a dejar de ser “la hermana pobre” del sistema educativo. Y eso se está viendo en la evolución del nivel de matriculaciones, que ha pasado de los 815.000 alumnos en 2018 a los casi 1,1 millones del último curso. Y donde los grados relacionados con la programación, la administración de sistemas o las comunicaciones son de los más demandados. El éxito de países como Alemania, donde el tejido productivo y la formación secundaria están tan imbricadas, invita al optimismo.
También será crucial fomentar la colaboración público-privada, para enlazar los planes educativos (en universidades y enseñanzas medias) con la realidad de las empresas. Euskadi es el ejemplo a seguir, con su modelo de FP Dual, que goza de un 85,6% de empleabilidad y en el que los alumnos combinan sus estudios con una actividad retribuida.
El salario sigue siendo importante. Pero muchos valoran otros aspectos. En este sentido, tenemos que aprovechar el gran atractivo que tiene España, por su clima, sus gentes, su cultura, su estilo de vida, su gastronomía, sus ciudades, etc. Y convertirnos en un hub tecnológico a nivel internacional. Es posible. Y ahí está el ejemplo de Málaga, que hoy es la segunda mejor ciudad del mundo para los nómadas digitales, según el Executive Nomad Index de la consultora inmobiliaria Savills.
Millennials y centennials están dispuestos a darle una oportunidad a este país si las condiciones que les ofrecemos desde las empresas tecnológicas son favorables. Ellos piden sobre todo flexibilidad para trabajar desde el sitio que más les convenga y poder así encontrar un buen balance entre vida personal y profesional.
Para retener la mente inquieta y en ebullición de los jóvenes que se incorporarán a las compañías en los próximos años, también será clave que las empresas tecnológicas afinemos en los famosos planes de carrera y engagement, que les permitirán probar herramientas innovadoras y abordar proyectos interesantes y que evitarán, en la medida de lo posible, las actividades repetitivas y el trabajo con sistemas obsoletos. Sin olvidar a los perfiles más sénior, que también tienen que ser incentivados y deben ser aprovechados por las compañías para difundir su conocimiento, cultura y valores entre los júniors.
Y un último apunte. A nivel más general, las empresas tendremos que mejorar nuestro branding como empleador. Y eso pasa necesariamente por consolidar proyectos sostenibles y rentables. Aunque no será una tarea nada fácil. Al contrario, habrá que hilar muy fino. Porque nos encontramos en uno de los momentos más exigentes de la historia para los gestores empresariales, que hoy deben encontrar el balance perfecto entre dar respuesta al propósito, la flexibilidad y el plan de carrera de sus empleados, sin descuidar al mismo tiempo la presión del mercado y las exigencias de los accionistas. Una misión difícil, pero alcanzable.